Morteza Mehrzad es la segunda persona más alta del mundo y en Tokio 2020 buscará su segundo oro.
El evento deportivo ya nos regala grandes historias como la de Morteza Mehrzad, el atleta paralímpico más alto de la historia con sus 2,46 metros.
Es iraní, tiene 33 años y ya fue medalla de oro con su país en Río 2016, cuando aprovechó su altura para ser la figura de su equipo en la disciplina de vóley sentado. Un deporte que lo sacó de la exhibición a la que era sometido por su singular físico en su país: el entrenador lo vio por la televisión y supo que lo necesitaba para su equipo.
Los 246 centímetros son producto de la acromegalia, un trastorno que hace que la glándula pituitaria produzca más hormonas de crecimiento de lo normal y eso hace que las manos, brazos, piernas y todo el cuerpo crezcan en demasía. Puede provocar diabetes, hipertensión o cardiopatías y suele reducir la esperanza de vida hasta 15 años entre las personas que la sufren, cerca de 70 por millón.
Por eso, Mehrzad medía 1,90 cuando tenía 16 años, un momento en el que su ya compleja vida tendría otro giro inesperado. En esa etapa de la adolescencia, el iraní sufrió un accidente con su bicicleta y se fracturó la pelvis, por lo que su pierna derecha dejó de crecer y quedó 15 centímetros más corta que la otra. Pero su cuerpo no paró hasta alcanzar su actual altura.
La rareza que representaba el físico Morteza hizo que recorriera Irán como una persona sin otra cualidad que su extremada altura, que le generaba más problemas que beneficios. No sólo desde la salud física, sino también en la salud mental: vivía solo, aislado y deprimido. No se sentía parte de una sociedad lo veía como un fenómeno: la segunda persona más alta del mundo viva y el 11° de la historia.
En sus circuitos casi cotidianos, Mehrzad apareció en un programa de televisión donde contaba su historia. Ahí fue donde lo vio Hadi Rezaei, el entrenador de la selección iraní de vóley sentado y sintió que ese era el componente que le faltaba a su equipo para competir de la mejor manera en los Juegos Olímpicos de Río 2016.
En vóley sentado, la cancha tiene un tamaño de 10 por seis en total y la red alcanza una altura de 115 centímetros. Y aunque una parte del torso siempre debe estar en contacto con el piso, Mehrzad siempre le sobran unos cuantos centímetros por encima de la red que le permiten tener uno de los remates y bloqueos más potentes del circuito.